El Día Forestal Mundial, también denominado Día Internacional de los Bosques, se celebra cada 21 de marzo, coincidiendo con el inicio de la primavera en el hemisferio norte y del otoño en el sur. Fue adoptado por la FAO en 1971 y en España tiene su directo antecedente en el popular “Día del Arbol”.
La primera noticia de esta celebración esta datada en 1805, en Villanueva de la Sierra (Cáceres), incentivando la plantación de arbolado forestal (álamos) “… para que nuestros nietos reposen a su sombra y nos bendigan …”, propuesta que unió desde su inicio a las plantaciones populares de arboles con la tradición novencentista del “Arbol de la Libertad”
Nace, en España, a mediados del siglo XIX una renovada, culta, sensible y entusiasta Administración Forestal, que se ocupa de la defensa de los montes públicos frente a las leyes desamortizadoras y de la regeneración y conservación de sus masas arboladas. Ingenieros de montes como Codorniu, Olazábal, Cid, Perez Argemi y muchos otros tratan de cambiar la percepción rural de baldíos, garrigas y bosques.
Tras una controvertida celebración de la Fiesta del Arbol en Madrid (26 de marzo de 1896), auspiciada por la Diputación y el Ayuntamiento, con asistencia de la Familia Real, pero sin concitar apoyo ciudadano, ni lograr su continuidad, el ingeniero catalán D. Rafael Puig, decide promover el afecto social hacia los bosques del país a través de la educación. Oferta 500 pesetas de la época y de su propio patrimonio para un concurso que permita editar una “Cartilla Forestal” y promover entre los maestros que la utilicen, la realización anual de una jornada “festiva” para plantar árboles forestales en el “rodal de la escuela”, estableciendo la tradición de “El Dia del Arbol”.
Afortunadamente, su idea es aceptada por el Ayuntamiento de Barcelona, que envía el siguiente oficio de adhesión a la Comisión organizadora:
“Vista la comunicación de la Comisión organizadora de la Fiesta del Árbol en esta ciudad, de la digna presidencia de V., y teniendo en cuenta que la misma se halla destinada a realizar el noble propósito de dirigir la inteligencia del niño a la estimación del árbol, para de esa manera llegar paulatinamente a la restauración de la riqueza forestal como reguladora de inmutables leyes físicas; que dedicada esta Fiesta a los alumnos de las Escuelas públicas y a arraigar en el ánimo del pueblo sentimientos de cultura, cumple un fin social; que esa Comisión ha obtenido para la celebración de la misma la favorable acogida de la opinión pública con la adhesión de importantes Centros, Sociedades y Corporaciones, este Ayuntamiento, en consistorio del 12 del actual, adoptó los siguientes acuerdos:
1.º Que se prohíje el pensamiento relativo a la creación en esta ciudad de la Fiesta denominada del Árbol.
2.º Conceder a dicho objeto, a precario, por durante el beneplácito del Municipio, el uso de los terrenos de la Sección Marítima del Parque que designe el Arquitecto Municipal y el Director de los Jardines, por no disponer de otros terrenos de propiedad comunal que puedan dedicarse a este fin.
3.º Destinar hasta la cantidad de mil quinientas pesetas para los gastos de la fiesta de que se trata.
4.º Que asista la Corporación municipal al acto de la inauguración de dicha Fiesta, debiendo tener lugar el día y hora que señale el Excmo. Sr. Alcalde, de acuerdo con la comisión organizadora.
5.º Que quede a cargo de la comisión organizadora la preparación y cuanto se refiera a la celebración de la referida Fiesta, y el cuidado del arbolado plantado, y
6.º Que V.E. facilite para el día de la Fiesta los medios adecuados de que dispone para contribuir al mejor éxito de la misma.”
También, la propuesta es compartida y apoyada por los maestros de las Escuelas Públicas de Barcelona y por decenas de asociaciones y colectivos ciudadanos, formándose la Asociación de Amigos de la Fiesta del Arbol, que logra concitar un gran soporte entre la prensa local y movilizar a las organizaciones sociales catalanas del momento.
Por fin, la primera Fiesta del Arbol, de carácter cívico y popular y con vocación educativa y de permanencia, se celebra el 30 de abril de 1899, en el parque de la Ciudadela y con la participación de cerca de 20.000 personas.
Este es el artículo del ingeniero de montes Rafael Puig, publicado en La Vanguardia, el 21 de septiembre de 1898, que lo consiguió:
“ La Patria y el árbol.
Por fin, la primera Fiesta del Arbol, de carácter cívico y popular y con vocación educativa y de permanencia, se celebra el 30 de abril de 1899, en el parque de la Ciudadela y con la participación de cerca de 20.000 personas.
Fiesta del árbol en Moncada el año 1900
Este es el artículo del ingeniero de montes Rafael Puig, publicado en La Vanguardia, el 21 de septiembre de 1898, que lo consiguió:
“ La Patria y el árbol.
Síntesis de un proyecto y de su inmediata ejecución (1)
(1) Suplico la reproducción de este artículo en todos los diarios y periódicos de España é islas adyacentes.
Un español que ha llegado de Filipinas hace pocas semanas, contó, en mi presencia, una escena de canibalismo en que intervinieron unos quinientos tagalos, y dos españoles muy conocidos en aquel Archipiélago.
Como la ropa sucia conviene lavarla en casa, no mentaré la calidad de los españoles: baste saber que su conducta no estaba muy ajustada á su carácter, y que llamados á capítulo por el Capitán general de las islas y el Arzobispo de Manila, al volver á sus puestos iban con la molesta carga de una conminación que bastara quizá á corregirles.
Los tagalos opinaron, sin embargo, que la conminación no era castigo apropiado á las faltas cometidas, y al tener noticia del regreso de los amonestados á la cabecera de la provincia, reunidos en número de quinientos y en lugar propicio al crimen, se lanzaron sobre los desdichados, y los machetearon, ensañándose de tal manera con los vencidos, que la pluma se resiste á escribir los detalles sangrientos que dan á aquella escena tonos horripilantes de tragedia.
Cuando las autoridades se presentaron ante los sediciosos para averiguar el nombre del actor del crimen y exigirle la responsabilidad de aquel cruento sacrificio, los tagalos contestaban como un solo hombre: «Todos, todos somos, señor, autores del crimen».
En España, por lo visto, en estos últimos tiempos nadie quiere ser responsable de las desdichas de la patria, cuando, en mi concepto, deberíamos lamentarnos como los tagalos, y puesta la ceniza en la frente, decir: «Señor, castíganos; todos, todos somos responsables del crimen de lesa patria».
Y porque esta responsabilidad me alcanza, como á los demás españoles, llegada la hora del arrepentimiento y de la expiación, pídole á Dios que me ilumine para ayudar á los que dediquen todas las fuerzas de su voluntad á restañar las heridas inferidas á la patria por la ruin maldad de los unos, los más pocos, y la punible indiferencia de los restantes.
Mas como hasta ahora, y lo digo con profunda pena, no he visto á nadie proponer cosa alguna práctica y con tendencias, no ya á romper los antiguos moldes, sino ni siquiera á modificarlos, dando modesto ejemplo á los que pueden más que yo, por su mejor inteligencia y mayor caudal, voy á exponer á las gentes de buena voluntad el pensamiento que he concebido para llevar á la obra de la regeneración patria una pequeña piedra, tan pequeña, que basta mi solo esfuerzo para llevarla y depositarla ante el altar de la patria,, confiado en que, aun con ser tan insignificante, nadie desdeñará su empleo, si se juzga digna de figurar, aunque sea en lugar modesto, en el edificio que cobijará algún día las glorias patrias.
Él pensamiento me parece bueno porque es sencillo y práctico; y se limita á favorecer el desarrollo de la vegetación en las zonas forestales de la península, mirado bajo el punto de vista de la protección á la agricultura, del aprovechamiento racional de las aguas, de la conservación del suelo nacional, y del fomento de la riqueza española.
No hay agricultura posible sin montes, ni montes sin sin el amor de los pueblos á los arbolados.
Por esto quien sepa inspirar á las generaciones del porvenir, el amor al árbol, habrá hecho á España un beneficio incalculable.
Mi proyecto, pues, que espero realizar, con la ayuda de Dios, no tiene más mira que despertar el amor á los arbolados, en los hijos de España.
Para conseguirlo ofrezco quinientas pesetas al autor de la mejor cartilla forestal, escrita en castellano, que contenga dos partes: una, compuesta de diez aforismos, encaminados á exponer, en brevísima forma axiomática, los beneficios que reporta el hombre en la conservación y el fomento de los montes, y el delito que comete contra las generaciones presentes y futuras el que tala furtivamente árboles de monte, delito que la naturaleza tarda á veces siglos en borrar de la superficie de la tierra; y otra, que deberá satisfacer las condiciones del programa redactado por un Jurado idóneo, y cuyo espíritu estará inspirado en la necesidad y la conveniencia de conservar y fomentar los arbolados, dando reglas concisas, precisas y prácticas para conseguirlo, puestas al alcance de los niños que vayan á las escuelas comunales.
La cartilla premiada, si llega á ser declarada obra de texto, podrá ser editada por su autor, pues yo le cedo todos mis derechos, con tal que el reparto de beneficios quede distribuido en la siguiente forma: una cuarta parte para el autor de la obra deducidos los gastos de impresión, durante diez años, y las tres cuartas partes restantes para los maestros de primera enseñanza que dediquen dos meses del año á la explicación y enseñanza de la cartilla forestal.
Pasados los diez años a que me refiero en el párrafo anterior, si la Escuela de Ingenieros de Montes acepta el encargo, la edición de la cartilla correrá á cargo de la Junta de profesores, y las ganancias ó sea su derecho á la cuarta parte servirá para fomentar la biblioteca ó las colecciones de la Escuela, á juicio de aquella Junta.
La parte de cartilla dedicada á aforismos, se insertará en un encerado especial en cada escuela municipal, con carácter de perpetuidad; y se escribirá en lengua castellana, catalana y vascuence ó en el dialecto propio de la provincia ó región en que esté fundada la escuela.
Si el Gobierno lo considerara procedente y útil, podría ordenar que los aforismos se escribieran, con carácter de perpetuidad también, en un cuadro de grandes dimensiones clavado en uno de los paramentos del consistorio de cada pueblo, y en sitio muy visible para que fuera continuamente recordado por los encargados de administrar los intereses de los pueblos.
Los maestros de escuela, como testimonio de consideración y adhesión al pensamiento, deberían cuidar de la celebración anual de la «fiesta del árbol» en cada pueblo, instaurando la fiesta como se ha hecho en Madrid, de manera que, acompañados los niños por las autoridades civiles y eclesiásticas, subieran al monte y allí, en el rodal llamado «de la escuela», se ejercitaran en plantar uno ó varios árboles de monte, dando á los níños el aliciente de un día de campo, de merienda comunal y de respeto y consideración al bosque que es, y debe ser siempre, la mejor garantía de la existencia de los pueblos forestales de la nación.
El rodal de la escuela sería sagrado para los pueblos ¿quién, si no fuera un malvado, atentaría á la existencia, de la obra de los niños?
Después, convertido el niño, en adolescente, en hombre maduro, el respeto al árbol plantado por sus manos, por asociación de ideas le llevaría á respetar la que es su hacienda y la de tocios los que viven y han de vivir \ perpetuidad en la patria pequeña, transformándose así lentamente y con ayuda de aquellos aforismos, que han de ser como un decálogo forestal, las costumbres destructoras de los pobladores de nuestros campos y monta- ñas, víctimas propiciatorias hoy de la ignorancia, la miseria y el abandono de la nación.
Para realizar este proyecto, no pido á nadie cosa alguna; ni á los gobiernos, ni á los pueblos, ni á los particulares. Al autor de la cartilla le ofrezco una cantidad que me parece remuneración decorosa del tiempo y del trabajo empleados en meditarla y escribirla; si la obra fuera declarada de texto, la remuneración que cedo al autor, tratándose de una nación que cuenta los municipios por millares, aún vendiéndose la cartilla á precio bajísimo, podría proporcionarle una pequeña fortuna; á los maestros de escuela, tan desatendidos y maltratados, les ofrezco las tres cuartas partes de la venta de la cartilla, cantidad que doy gustoso como tributo de respeto y consideración debidos á los que dedican sus vigilias á la importante tarea de levantar el nivel intelectual de nuestra patria.
Y si alguien creyera, después de leer este proyecto, que el autor del pensamiento nada guarda para sí, yo he de exponer aquí, con sinceridad, que me guardo la mejor parte, la que no se puede comprar con todo el oro del mundo, la del goce de la hermosa recompensa de asociar mi nombre á la reconquista de nuestras montañas abandonadas, sin que cueste á la nación una lágrima, ni una gota de sangre. Si yo lograra este resultado, mi paso por el mundo no habría sido estéril, porque dejaría un surco labrado, con mi pensamiento, en todas las montañas españolas.“
Rafael Puig y Valls.
Ingeniero de Montes . La Vanguardia (21 de septiembre de 1898)
Para saber mas:
Els orígens de la Festa de l’Arbre i el seu impacte al Berguedà. - Rosa Serra Rotés.
LA CULTA Y SIMPÁTICA FIESTA. La Fiesta del Árbol en la Política Forestal y la Historia de España - José Miguel Sierra Vigil.
La Patria y el árbol - Rafael Puig y Valls
La Patria y el árbol - Rafael Puig y Valls
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